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A los 102 años muere una de las últimas parteras de Quinchao

Guberlinda Mansilla residía en la isla de Llingua, y era una de las pocas practicantes con vida de este antiguo oficio casi extinto.


Antes de los hospitales, consultorios, postas y toda la red de salud que actualmente opera en el Archipiélago de Chiloé, muchas mujeres daban a luz a sus hijos solas en sus casas o, como era la costumbre, con la ayuda de otra mujer que ya había tenido hijos (sus madres, primas o vecinas) o una “partera”, que normalmente vivía "cerquita", o sea, a varios kilómetros bajo los estándares de ese Chiloé profundo con meras huellas como caminos.


La partera trabajaba gratis, aunque generalmente se le retribuía con ayuda en alimentos, leña o trabajo de campo, una costumbre ancestral que aún no se pierde en los campos chilotes por cierto en otros ámbitos:


"A la partera se le daba cualquier cosita que hubiera, trigo, un paquete de fideos, ella no cobraba nada, uno le daba. Después cuando encontraba a los niños era como que hubieran sido hijos de ella" (M.C., 65 años, Pio Pio).


Sin embargo este oficio comenzó a desaparecer a partir de la década de 1950, e incluso se comenzó a "perseguir":


"En Pio Pio había como cuatro parteras, dicen que hacían masajes y le daban agüitas de orégano antes del parto a las mujeres, porque eso estimula que baje la guagua. A ellas las empezaron a perseguir del Servicio de Salud para que no hicieran su trabajo, porque decían que hacían mal, pero si hubiera parteras tampoco iban a tener trabajo. Ellas no hicieron nada, porque ellas no ganaban ningún sueldo, lo hacían por cariño" (B.C., 56 años. Pio Pio).


Doña Guberlinda Mansilla era una de ellas, una de las pocas que aún quedan en todo el Archipiélago de Chiloé: falleció en el día de su cumpleaños 102. Según información a la que accedió La Opinión de Chiloé, nació en la isla Llingua el 20 de mayo de 1914, tuvo 12 hijos y enviudó de don Manuel Antonio Mansilla muy joven; fue una conocida partera, aunque también sanadora: colocaba inyecciones en tratamientos de tuberculosis, hacia curaciones de quemaduras y heridas fuertes, entablillaba fracturas y usaba los milenarios secretos de las yerbas.


De acuerdo al relato de su hija, cuando una mujer comenzaba con labores de parto:


"(...) venia la familia a buscarla, habían noches de invierno (...) que salia con tremendas tempestades de la casa, a las 1.00 o a las 2.00 de la mañana venían a caballo a buscarla, lloviendo (...) otras veces ella andaba trabajando... aquí se trabajaba mucho la mariscada, íbamos a mariscar lejos por ahí y me acuerdo que a mi mami la iban a buscar... tenia que buscar su canastito y volverse para la casa... a pasar a prepararse, a llevar sus cositas que ella usaba (...) remedios todos naturales sacados del mismo patio de su casa y se iba donde estaba la paciente. (...) [Después] volvía contenta, fue varón o fue mujer, nació bien, eso la alegraba tanto".


Con su muerte se va un pedazo de la historia y de las tradiciones de Chiloé, así como los secretos de las yerbas y de los "tratamientos" que han sido traspasados de generación en generación sobre el embarazo, parto y puerperio.


NOTA 1: Citas de la investigación "Nacer en Chiloé: Articulación de Conocimientos para la Atención del Proceso Reproductivo".

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