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Cámara de Diputados: buscan imponer impuesto esclavista para Chiloé

Editorial de El Ferrocarril publicada en Santiago, 20 de julio de 1872. Republicado en La "cuestión social" en Chile. Ideas y debates precursores: (1804-1902).

Acaba de presentarse a la Cámara de Diputados un proyecto increíble cuando menos.


Véase si no tenemos razón.


Pretende imponer a los habitantes de la provincia de Chiloé, desde la edad de veinte años hasta la de cincuenta años, la obligación de prestar su trabajo personal para la apertura de vías públicas, su construcción y mantenimiento, durante cinco días en cada año. Podrán eximirse de ese servicio los que envíen un reemplazante o paguen cincuenta centavos por cada día de exención. Quedan igualmente exceptuados, sin cargo alguno, los que tengan imposibilidad física o moral, mientras esa imposibilidad dure, si es transitoria.


Se nos imagina que basta exponer las disposiciones del proyecto para comprender toda su enormidad. Crea un impuesto odioso porque es servidumbre, odioso porque es desigualdad, y odioso todavía porque impone a los habitantes de una provincia la capacidad de ser gañanes; pues no se trabaja en la apertura, construcción o mantenimiento de una vía pública sin tener la fuerza, la resistencia, los hábitos de un gañán.


¿En Chiloé todos son gañanes? Si no lo son, el proyecto decreta gañanes a todos sus habitantes, desde que les impone una obligación personal que sólo el gañán puede desempeñar.


Sería curioso ver a un mercader, un zapatero, un platero, un carpintero, un pintor removiendo la tierra de una calzada. Se desempeñarían a las mil maravillas.


Pero se les deja exención, dirá el increíble autor del increíble proyecto que discutimos.


¡Cierto! Pero la exención es ora un impuesto de dos pesos cincuenta centavos en cada año, carga considerable para los habitantes de cualquiera provincia; u ora el envío de un reemplazante hábil, que valdrá lo mismo o poco menos en monedas.


Y después, ¿la mayoría no tendría buen derecho para asilarse en la excepción de imposibilidad física o de imposibilidad moral? Un hombre sin el hábito de los trabajos corporales, se halla imposibilitado físicamente para ellos. Hay todavía imposibilidad física e imposibilidad moral para improvisar gañán al comerciante, al letrado, al industrial, a todo aquel que nunca ha sido gañán. Además, decretar gañanes a todos los habitantes de una provincia, es algo que no cabe en cabeza humana, es odioso, grotesco, imposible; es someterlos al trabajo forzado del galeote.


¿Cuál es el crimen de los habitantes de Chiloé? ¿No tener ni buenas ni malas carreteras? Pero eso no es su culpa desde que pagan su parte de impuesto como los demás contribuyentes.


El autor del proyecto asegura que el servicio personal ha existido por esas regiones. Nadie se lo negará. Pero debió averiguar por qué había desaparecido. A haberlo hecho, se habría libertado de la desgraciada idea de presentar un proyecto que será toda una fiesta para la gente risueña y amiga de divertirse con la necedad humana.

Su señoría cree que ese servicio se ha ido porque la ley no lo consagraba, porque se le exigía sin tasa y porque era poco equitativo, pues le soportaban tan sólo los soldados de la guardia nacional, a quienes se alistaba para convertirles en gañanes y no en soldados.


Pero aun cuando hoy la ley consagrara ese servicio y tuviera tasa, todavía sería desigual, pues sería abrumador para los que no tienen los hábitos del gañán y concluiría por pesar, como antes, sobre una parte de los contribuyentes. ¡Y qué contribuyentes! Aquellos más desheredados. Los demás se acogerían a la imposibilidad física o a la imposibilidad moral.


Figurémonos por un momento que el Congreso, en un mal cuarto de hora, perdiera su tiempo en hacer ley el proyecto de su honorable camarada, ¿cómo se entendería la autoridad con el hombre que dijera: no sé manejar una azada, no tengo salud, fuerzas ni hábito de manejarla, y no tengo todavía medios de pagarme un reemplazante? ¿Se le haría ir al trabajo? Y si no trabajaba, porque no podía trabajar, ¿se emplearía el látigo del mayoral contra él? Hele ahí siervo. Es el caso de preguntar, ¿quién pondría el cascabel al gato?


Si Chiloé no se amotinaba sería un pueblo de marmotas. Si se amotinaba, ¿quién se atrevería a condenar su rebelión?


Cuando un proyecto como el que venimos discutiendo llega a la Cámara, consideramos urgente que se establezca en sus secretarías un nuevo archivo, -el archivo de los proyectos grotescos; que será indispensable hacerlo bien espacioso, si la reforma electoral no viene a depurar nuestro personal parlamentario.

Pero ya es tiempo de doblar la hoja.


Enviamos al proyecto nuestra más sincera carcajada.

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